Martin Heidegger: Metafísica y nada más.

» Según Hegel – desde el punto de vista del sano sentido común – la filosofía es el «mundo al revés». Por eso, lo particular de nuestra manera de comenzar hace precisa una caracterización previa, que surge de una doble característica del preguntar metafísico.

Por un lado, toda pregunta metafísica abarca siempre la totalidad de la problemática de la metafísica. […] Así pues, toda pregunta metafísica solo puede ser perguntada de tal modo que aquel que la pregunta – en cuanto tal –  está también incluido en la pregunta, es decir, está también cuestionado en ella. De aquí deducimos que el preguntar metafísico debe ser planteado en su totalidad y desde la situación esencial del Dasein que pregunta.[…]

Pero lo extraño es que precisamente al asegurarse de lo que le resulta más propio, el hombre científico habla expresamente o no, de otra cosa. Lo que hay que investigar es solo el ente… y nada más; solo lo ente… y mas allá, nada mas; únicamente lo ente… y, por encima de eso, nada mas. 

¿Que pasa con esa nada? ¿Es fruto de la casualidad que hablemos así de modo tan espontáneo? ¿Es solo una manera de hablar… y nada mas? «

De esta manera arranca la conferencia inaugural de Heidegger en Friburgo, a través de la cual quiere contextualizar la problemática de la metafísica de una manera original, dejando clara ante el selecto auditorio la distancia con su maestro Husserl, y criticando la radical diferenciación e incomunicación disciplinaria de las ciencias naturales en la institución universitaria. A continuación intentaré inutilmente hacer justicia al discurrir sobre la relación entre los conceptos de metafísica, nada y existencia en la obra introductoria de Heidegger «¿Qué es metafísica?»que recoge esta conferencia.

La filosofía es para el ser humano una pregunta absoluta por nuestra esencia carencial, pues lo que constituye esencialmente al ser humano no es una plenitud, comprenderá el filósofo aleman, sino un anhelo, un vacío. Remarca Heidegger que lo esencial no se fabrica, no es cuantificable ni medible, es precisamente lo que nos falta.

La metafísica no es por tanto un objeto de estudio para el hombre, pues hablar de metafísica es hablar de nosotros mismos, sujeto y objeto son solo dos perspectivas de la misma cuestión. La metafísica no es un campo de estudio al uso, de esos que la modernidad ha gustado de independizar y especificar con respecto a otros saberes, pues la distanciación del objeto acostumbrada en estos estudios de diferente carácter es completamente imposible en el estudio metafísico, para el cual la existencia misma es el lugar en el que comparecer. Lo decisivo de la filosofía no es el catálogo ordenado de respuestas que ha provocado la confusión del saber con la erudición, sino el preguntar mismo. Así, la filosofía entendida como la actividad del preguntar por aquellos que nos falta, se desvela como esencial a la condición humana.

Para explicar con profundidad en que consiste el preguntar metafísico, vale la pena ahondar en su radical diferencia con el preguntar científico y comprender su esencial contraposición. El estudio científico puede adquirir distintas perspectivas, recogidas y nombradas en lo que llamamos disciplinas, sean ciencias naturales o del espíritu – imbuidas en cualquier caso por el mismo rigor – pero desarrollan su labor de estudio sobre la referencia del mundo físico, sobre el ente; para conocerlo, para situarlo y situarse, para aprehender en definitiva lo esencial de este. La ciencia es la manera en la que el hombre se hace cargo del ente, la manera en la que irrumpe en el ente, entendido como aquello que le es mas propio, y esto es lo único que interesa a la ciencia y nada mas. Sin embargo, la definición que el hombre hace del ente a través del estudio científico establece los límites de este, físicos, modales o conceptuales, y un límite siempre inaugura un “mas allá”, una realidad extra-limítrofe, de manera que al hacernos cargo de lo que es el ente estamos reconociendo lo que no lo es, la nada. Esta es la manera en la que la nada es reconocida por el ser humano en su propio camino por situarse en el mundo, aunque no reserva en las ciencias un espacio para dar cuenta de ella.

Sabiendo esto el preguntar metafísico empieza a dejar entrever su caracter, cuyo alcance es el todo: la relación entre lo que las ciencias estudian, el ente, y lo que las ciencias presuponen, la posibilidad del ente y su mutua autodefinición en contraposición con la nada. Como podemos apreciar esto nos incluye, y hace que el preguntar metafísico sea un preguntar por nosotros mismos, aquí y ahora, un preguntar por nuestra existencia.

Esta consideración nos lleva ineludiblemente la pregunta por la nada. ¿Qué es la nada? Y sin embargo esta misma pregunta es absurda, pues la nada no es. “No ser” implica, sin embargo, la negación como acto del entendimiento, y el entendimiento pertenece sin duda a lo que es, al ente, por lo que parece difícil concebir en virtud de ese mismo entendimiento que la nada aparezca solo porque somos capaces de la negación – esa afirmación de la nada como «No ser»-, y hace mas plausible, sin embargo, que la negación sea posible en virtud de la nada, mas originaria, como una tangencia de ésta en la realidad. Mas, si la negación, una acto del entendimiento que puede resultar paradigmático, es posibilitado por la pre-ausencia que es la nada, parece plausible pensar que la nada es en realidad inaccesible al entendimiento.

Sin embargo, el ser humano no es solo entendimiento, es pasión y sentimiento, por el cual una percepción quizá mas mundana nos deja entrever la nada, según Heidegger, a través de determinado estado de ánimo, la angustia. No entraré aquí a describir la angustia con profundidad, pero diremos, en lo que no es necesario para proseguir la exposición, que es el estado de ánimo que nos sitúa en la disposición necesaria para que la nada comparezca ante nosotros y nos sea revelada, que no significa que se nos permita aprehenderla, nada mas lejos. Esta revelación es la que nos permite concebir la existencia, pues nos permite comprender de alguna manera nuestra posición con respecto a la nada.

La angustia es el estado de ánimo que nos sitúa ante la posibilidad de hacer verdaderamente la pregunta por la nada, no en su carácter intelectual o lógico, ya hemos visto los problemas, sino puramente existencial. En la angustia el ente se nos escapa, se hunde, pierde sentido ante el acoso de la nada, pues la esencia de la nada es guardada en su capacidad de anonadar. La nada no es por tanto una negación del ente, ni un aniquilamiento de este, sino el anonadamiento entendido como un rechazo radical a lo absolutamente otro que sucede en su propio seno y permite el ser, el ente.

La nada y el ente son pues dos dimensiones cuya articulación es la del muto desvelamiento, pero es por la concreción de la finitud de la existencia, que comprendemos ese estar sostenido en la nada que es el existir, como una trascendencia en tanto que nos sitúa como parte del ente posibilitado por la esencia de la nada.

Esta pregunta por el ser, que no puede desligarse de la nada por la finitud de la existencia, y que nos permite comprender que el ser y la nada forman parte de lo mismo, nos da la forma absoluta de la pregunta metafísica – Leibniziana – por excelencia: ¿Por qué hay ser y no hay nada? Cuya búsqueda de respuesta es la esencia misma de la existencia en tanto que ésta es un momento, cuyo pasado y futuro es la nada.


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